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HISTORIA DE LA VICENTINA 

 

Los inicios del barrio la Vicentina.
Allá hace muchos años cuando solo era un sueño tener un terreno en la reducida Ciudad de Quito, inicia la verdadera historia de Nuestro Barrio La Vicentina.
Las reuniones antes de su inicio…
Uno de esos días sentados en Santo Domingo el padre Inocencio Jácome pregunta a un grupo de trabajadores que estaban sentados en el exterior de la iglesia, qué hacen ahí? 
Ellos responden que están esperando les lleven a trabajar mientras tomaban agua de San Vicente en la pequeña capilla del templo.
Les pide se organicen para conseguir unos terrenos a cómodos precios para que trabajen y vivan mejor, al inicio eran solo quince trabajadores organizados, pero luego se fue regando la noticia porque después de misa de los Domingos los Padres Dominicos siempre invitaban a agruparse para dar la noticia y conseguir unos terrenos, luego fueron como cuarenta obreros, que como dijo el Padrecito estaban ya negociando con un señor de apellido Eguiguren quien era dueño de la parte plana de la Hacienda “Verde Cruz” y dijo que solo sería para obreros de la construcción y mas artesanos.
Visitaron los terrenos que era una arboleda inmensa, algunos no adquirieron los terrenos por temor a contagiarse del tabú creado en ese tiempo que la lepra era contagiosa, ya que en la parte baja, en San Pedro y San Pablo existía el Leprocomio y habían enfermos que estaban aislados de todo contacto con la comunidad, los límites de nuestro barrio iban desde lo que es hoy la calle Solano, antigua Bouger que cruzaba hasta el Dorado ya que no había la calle Oriental, La Condamine hasta el Obelisco y abajo hasta la calle conocida como Manuel Sáenz que limitaba con el Leprocomio San Lázaro, un triángulo mal hecho pero digno de vivir en armonía, para llegar a este sitio los primeros mingueros caminaban desde Santo Domingo por la Gran Colombia que era empedrada , pasaban por las “shungo” que era una cantina del sector donde se reunían varios jugadores de futbol y asistentes al estadio El Arbolito y entraban por las ladrilleras que era por donde es hoy el Hospital Militar, luego cruzaban un tapial que les daba la bienvenida a su nuevos terrenos.
El nombre lo proponen entre la mayoría de los obreros como su patrono San Vicente, así nace a breves rasgos La Vicentina en el lugar más plano de estos terrenos….
Después viene el Padre Benedicto Rivadeneira quien muy joven y entusiasta comienza en mingas construir la primera iglesia de adobe con techo rústico y también inician la apertura de calles de entrada al barrio, estas calles permitían el ingreso del transporte privado y luego de los buses que los dejaban en la Floresta y de ahí bajaban a pies hasta llegar a sus casas.
Luego se cuenta con emoción que el Estadio era hasta donde hoy es la Escuela Roosevelt, que siempre fue parte de la compra y negociación de los vicentinos con el dueño del terreno, la escuelita Roosevelt que era la primera del barrio funcionaba en la calle Manuel Angulo a lado de la familia Aguirre, hasta que el Embajador de EEUU pidió el terreno para la construcción de la escuela, así se cedió parte del estadio para que la construyeran, este terreno era desde la Calle La Condamine hasta lo que es hoy en día toda la escuela y la parte de atrás donde funcionaron unos baños públicos.
Los Vicentinos fueron avanzando en las construcciones que primero eran de adobe con techo de teja a las modernas de dos pisos con garajes, la Iglesia del barrio y la Escuela Pensionado San Vicente que está adosada a su construcción también se modernizaron.
La Vicentina siempre ha sido una familia inmensa donde todos los y cada uno de sus habitantes se conocían, sus calles angostas al inicio con árboles de aliso que decoraban las veredas dándole un ambiente veraniego, los postes de energía con lámparas de mercurio que no alumbraban mucho y la hacían muy romántica, su parque central lleva el nombre de Fray Vacas Galindo, era en su tiempo el sitio mágico, escogido por los jóvenes para sus reuniones desde la tarde, hasta la noche, Nuestro barrio siempre ha sido el mejor, hubo una frase que lo repetían los viejos “aquí no hay ladrones” los niños del sector jugaban a los trompos, el churo, bolas, billuzos que no eran otra cosa que los forros o empaques de los cigarrillos y estos tenían su valor con el precio de los tabacos, además los fines de semana y en vacaciones los vicentinos de divertían en una loma que existía en lo que es hoy el puente que conecta la Avenida Oriental con el Coliseo Rumiñahui, los jóvenes y adultos jugaban al voli en las calles que eran empedradas mientras los curiosos se acomodaban en las paredes de las casas, los mas grandecitos iban a trabajar en el Golf llevando los palos de golf a los gringos que tenían sus terrenos en nuestro barrio y que los vicentinos conocíamos como el “gol” y jugaban futbol los grandes guerreros de nuestra Vicentina, teníamos también un hermoso bosque de majestuosos eucaliptos que estaba a unos pocos metros de la calle Sáenz y limitaban con el Leprocomio, donde los primeros habitantes de estas zonas bajas se proveían de madera para sus fogones, donde cocinaban sus alimentos, como decían ellos “la comida en leña tiene otro sabor”.
La Vicentina se dividía en dos sectores A y B… La A iniciaba en la Bouger y terminaba en el Obelisco y la B desde el Obelisco hasta el parque Anglo French que era una zona de quebradas y terrenos muy irregulares.
El Obelisco no es un simple monumento, es el símbolo de la Unión de los Vicentinos con grandes familias que hicieron historia en nuestro sector.
En los años 70 al 80 ingresan los buses a nuestro barrio por las Queseras del medio y por la Ladrón de Guevara, ya teníamos unas calles aunque sea empedradas y en buen estado, luego de varios años el barrio fue creciendo y con el desapareciendo el temor por el Leprocomio y ahora los moradores de este gran barrio están a diez metros o colindantes con este sanatorio.

¡La Vicentina como tal es una gran familia, en La Vicentina somos “Vicentinos” sin resentimientos y muy colaboradores, en La Vicentina nos respetamos todos!


Orgulloso de ser VICENTINO….
Germain Martinez
Editor

 

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